ENTRADA GUIADA, MANUAL PARA MUJERES DE LA LIMPIEZA DE LUCIA BERLIN
Lo cotidiano y la circularidad en algunos cuentos de Lucia Berlin
Hay algunas claves en la obra de Lucia Berlin que caracterizan su lectura y que incluso tienen ese matiz de realidad personal. Sabemos, por su biografía, que Manual para mujeres de la limpieza se trata de una obra de autoficción donde podemos ver a Lucia reflejada en Carlotta. Se conoce que Lucia tuvo graves problemas con el alcoholismo y en este sentido vemos cómo comparte la adicción con Carlotta. Sin embargo, no podemos saber hasta qué punto las historias que cuenta Berlin tienen parte de verdad o parte de ficción, sólo sabemos que la protagonista se parece mucho a ella, asique vamos a tratar de analizar algunos recursos y claves de los cuentos de esta obra para conocer algo más a la autora, a su visión de la vida o a parte de sus experiencias mediante el personaje de Carlotta. Para ello, vamos a pivotar sobre el tema del hábito adictivo y la poética de lo cotidiano.
En primer lugar, percibimos que Berlin opta por desarrollar una literatura más social. En otras obras que hemos trabajado como la Campana de cristal o La casa de la fuerza, Sylvia Plath y Angélica Lidell basan su obra en las confesiones y las dramaturgias del “yo”, ese concepto sobre el que tanto hemos trabajado que caracteriza a la corriente posdramática y en el que vemos ese desarrollo de la primera persona en profundidad con un alto grado de confesionalidad. Berlin decide reflejar un realismo más social. No se queda en ese “yo” sino que quiere introducirse en su entorno e incluso empatizar con él. Hay un reflejo de la problemática social claro pues se dejan varios espacios en sus cuentos para su visibilidad y reflexión. Al final, el entorno que rodea a Carlotta está compuesto por estas estructuras de pobreza y marginalización, entonces el reflejo de muchos problemas sociales se vuelve algo cotidiano, lo de todos los días, lo que se encuentra si quiere ir a comprar su licor preferido (o cualquier licor que sacie su mono) a la tienda del barrio.
Lucia tiene una poética de lo cotidiano muy evidente, pues ella trata de representar hábitos diarios, enaltece los pequeños detalles del día a día de modo que las pequeñas historias que cuenta podrían suceder perfectamente en cualquier momento de los 70 o de los 80. No cuenta una ficción de aventuras o incluso una fábula política como sucede con Lola Blasco, sino que simplemente se para y atiende a las acciones cotidianas a las que estamos acostumbrados o que damos por hecho. Hay una revalorización de estos momentos y de estos espacios. De esta forma también percibimos la circularidad de su obra. Berlin escoge el día de una persona anónima que se repite constantemente, donde no sucede nada heroico ni distinto y vuelta a empezar. De hecho, en el cuento de Inmanejable, vemos que el final remite al principio del mismo. Es decir, Carlotta acaba donde había empezado, buscando la forma de comprar una botella de alcohol para aguantar el día. Vemos la circularidad de forma clara en este momento. Lo cotidiano, al final, es lo que crea ese bucle diario del que a veces resulta difícil salir. Sin embargo, Berlin no representa esta circularidad y este hábito como algo tedioso o pesado, sino que busca (y encuentra) la belleza en estas pequeñas cosas que conforman el día.
En el caso de Lucia hay una epifanía, una revelación, que es un encuentro entre personas vulnerables, como ocurre en el cuento Paso. Lo que podría parecer un momento incómodo y amargo, se torna distendido e incluso divertido en algunas partes. Berlin ambienta una pelea de personas que están en proceso de desintoxicación, una situación que es difícil imaginar con melancolía y consigue que la escena resulte entrañable. Detrás de estos ambientes que suelen ser sucios Lucia tiene una visión más “amable”, que no alegre o embellecida. Esta idea queda clara, de nuevo, en Inmanejable cuando al final del cuento Carlotta busca una forma de emborracharse. La sensación que nos queda es de tristeza. Sentimos pena por ella, nos compadecemos y nos introducimos en ese bucle del que es presa la protagonista, entendiendo rápidamente cuál es su hábito diario. Además, lo que para nosotros se muestra por primera vez, percibimos rápidamente que se trata de algo habitual: ir a comprar a la licorería, la gente ya le conoce e incluso le cede el paso. Esta visión de lo “amable” también forma parte de lo cotidiano, pues Carlotta se mueve entre estos espacios constantemente.
Al igual que las personas con las que se encuentra y con las que interacciona diariamente, también resulta parte de la cotidianidad las diferencias entre hombre y mujeres alcohólicos. Lucia Berlin quiere representar como hay diferencias entre cómo beben los hombres y las mujeres y cómo las mujeres se relacionan y viven su alcoholismo más en privado, en la oscuridad, aparte. La perspectiva de género en esta problemática es muy evidente. Véase:
“La mujer palpó debajo del colchón; la botella de medio litro de vodka estaba vacía.” (primera página, Inmanejable), vemos ese carácter íntimo para beber. Sus botellas permanecen bajo el colchón, escondidas. De modo que a simple vista y aparentemente, Carlotta no tiene botellas en su habitación, no es alcohólica. Su adicción se lleva a cabo en la intimidad, en el secreto, en la oscuridad de la noche cuando sus hijos aún no se han despertado: “Tardaría tres cuartos de hora; tendría que volver corriendo a casa para llegar antes de que los chicos se despertaran”. Las expectativas de una madre y su grado de responsabilidad están muy altos. Si sus funciones como madre no se cumplen, se habrá fracasado no sólo no como madre sino como mujer. Igualmente, en este cuento vemos que Carlotta gestiona su dependencia de manera que saca tiempo para ir a la licorería a por más alcohol, pero también es capaz de quedarse despierta para hacer la colada a sus hijos y prepararles el desayuno. Incluso bajo los efectos del alcohol Carlotta desempeña las tareas que le han sido asignadas como madre sin ninguna falla.
En contraste, los hombres beben en sociedad, en grupo, a luz del día e incluso en la calle. Vemos la diferencia de la presión social sobre los hombres que beben (más normalizado, se les exige menos en cuanto a responsabilidades, no se les asigna ese papel inamovible de ser padre) frente al de las mujeres (deben beber en privado, pues si se les ve bebiendo públicamente serán inmediatamente tachadas como malas madres e irresponsables). Además, como nos explicó José Ramón López Trabada en la charla que vino a darnos sobre alcoholismo y Lucia Berlin, normalmente las mujeres acceden a alcohol por motivos emocionales y los hombres por exposición a conductas más impactantes y búsqueda de emociones fuertes. Deducimos, así, que los motivos por los que Carlotta bebe seguramente estén asociados a algún trauma o modo de evasión de realidades duras a las que no se ve capaz de afrontar sino es bajo los efectos del alcohol.
Podemos decir que existen muchos hábitos de consumo cuando se tiene una fuerte adicción a las drogas, en este caso el alcohol. Lucia Berlin se ha encargado, como hemos visto, no sólo de representar los hábitos y manías o rutinas del alcohólico para beber sino que la estructura de sus cuentos en sí ya trazan esos esquemas de cotidianidad y de repetición mediante recursos de forma y estructura. Así, quedamos totalmente inmersos en esa espiral de adicción que Lucia quiere mostrar como dura pero donde se pueden encontrar momentos genuinamente bellos y especiales.
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