Entrada guiada, Siglo mío, bestia mía de Lola Blasco

Travesía por tierra y agua


Conocer a Lola Blasco en persona y escuchar cómo suena su caos, es una suerte que me ha hecho replantearme muchas cuestiones, pero sobre todo, ejemplificar de forma práctica y ver con mis propios ojos el posdramatismo en persona. El espíritu de Lola per se es la expresión pura de la fragmentación, de las confesiones y de ese poder removedor del que se abandera el posdramatismo. Entonces, tener la oportunidad de conocerla te hace comprender el proceso mental y personal por el que pasa el autor para plasmar todas esas inquietudes o sino, todo lo contrario, todo el desasosiego que existe en su interior. Me parece increíble que la propia Lola se riera de su caos porque se trata de un caos muy ordenado. Es fascinante la manera en la que, gracias a su gran conocimiento, es capaz de unir ideas con textos, con autores y con otros conceptos fácilmente, encontrando similitudes de forma rápida y brillante. Por eso me parece que su desorden es un desorden muy bonito, que su experiencia como mujer me sirvió como un ejemplo y no sólo eso sino que me vi reflejada en ella en varias ocasiones. Su charla da más forma y sentido si cabe a Siglo mío, bestia mía, así que vamos a tratar de comentar algunos aspectos de la obra después de conocer sus interpretaciones y porqués (o al menos algunos de ellos). 


La cantidad de temas que se tratan en la obra son cuantiosos, por lo que vamos a centrarnos en la idea de las contraposiciones, los opuestos, lo líquido y lo sólido, pues es un concepto que se repite a lo largo de la obra encarnándose en distintas situaciones.


El ejemplo que resulta más evidente y que engloba todo este concepto es el contraste que existe entre el personaje del buzo y el personaje del piloto. Encontramos ya la contradicción y la absurdez en el hecho de que el buzo, persona que precisamente bucea en un medio acuático, pertenece al medio terrestre en este caso. Además, no sólo pertenece a la tierra sino que está unido a ella mediante un umbilical, de forma que no puede separarse de ella (ni tiene intención de hacerlo). El buzo es la representación pura de lo conservador y es a través de sus acciones que entendemos (gracias al propósito de enseñanza que tiene la fábula) que la tierra no es de quien presume de ella sino de quien la cuida y que no hay más ciego que el que no quiere ver. Literalmente, el personaje no quiere quitarse el casco porque no quiere aprender, no quiere tener que enfrentarse a una realidad distinta de la suya, pues vive acomodado y conforme con su realidad sesgado por las dimensiones de su escafandra. Se utiliza toda una simbología en torno al buzo que refuerza la idea de lo conservador, como es sin ir más lejos la propia escafandra que lleva, pues es algo que llevaban los buzos hace mucho tiempo y ahora no se utiliza ese tipo de casco. También lo vemos cuando se le compara con un caballero, con su armadura, y no sólo por la vestimenta sino por su carácter tradicional, chapado a la antigua. El personaje materializa su asociación con la tierra al mostrar su obsesión constante por querer mantener las fronteras bien definidas. Representa ese patriotismo tan antiguo pero que cada vez se está volviendo más actual y lo vemos con manifestaciones nazis en Madrid o con el resurgimiento de partidos fascistas cuya intención es la unidad máxima evitando a toda costa la inclusión de población extranjera (a no ser que sea población rica, movida por el turismo, europea, etc.). La tierra es inamovible, la tierra es dura y estable, la tierra no propone ningún esfuerzo de remo. 


En oposición, nos encontramos con la figura del piloto. El piloto no pertenece a ningún lado, pues se identifica con el mar y siente que son las aguas las que le guían. Su barco ni siquiera cuenta con un timón pues es un barco errante. Lo líquido cambia, evoluciona, se mueve, se adapta a su recipiente, se expande en la inmensidad del océano, ruge y mata. Sin embargo, alberga miles de vidas en su interior. El agua representa la inquietud, la incertidumbre, el querer aprender y conocer más allá de tu propia existencia y realidad. Es no pertenecer a ningún lugar y a todos a la vez y enriquecerse de las experiencias de otras aguas, de otros peces. Mientras que el buzo se niega a mirar más allá de su visor, el piloto sólo piensa en el mirar más allá. En nunca tomar nada por hecho y asumir que cuanto más conoces, menos sabes, pero es una ignorancia humilde y consciente, frente a la sabiduría arrogante y limitada del buzo. 


El buzo es el pasado, la tradición, las tendencias antiguas, el medievo con sus caballeros. El piloto es el futuro, la tecnología de los nudos, el descubrir, el “ir hacia” pero con mucha visión de presente, disfrutando del trayecto y aprendiendo de él. Haciendo que los días cuenten como una enseñanza periódica. 


Incluso en las distintas formas en las que cada uno ve a los niños que aparecen con la bandera blanca encontramos este antagonismo de opiniones. El buzo los ve como piratas y añade ese argumento xenófobo y clasista donde nombra una serie de países que asocia con la piratería. Para el buzo esa gente viene a su tierra a profanarla y expoliarla.

Sin embargo, para el piloto los niños son refugiados. Afirma que se trata de personas que buscan ayuda, que no tratan de apoderarse de nada sino de sobrevivir y los acepta como tal: “El exilio también es una patria”.


El personaje de “Yo”, que es el que identificamos más directamente con Lola junto con los cuadernos de bitácora se mantiene como una figura más neutral. Ella representa el aire y parece que su función no es más que aprender y reflexionar a partir de los otros dos personajes. Sin embargo, aunque no hayamos hablado de ella directamente en este comentario de los polos opuestos, tenemos que entender que los personajes de la fábula son fragmentaciones de su propio yo y que puede que se identifique con alguno de ellos o utilice sus andanzas para ejemplificar situaciones y dar forma a toda esta alegoría. Así, también estamos hablando de ella pero en distintas formas.


Lola mencionó en el encuentro que su impulso por leer nace del sufrimiento y que su obra tiene un carácter muy generacional. Carácter marcado por vivencias que le han removido e impulsado a escribir con esa intención de “ayuda”,quizá, o de ejercicio de reflexión, pues elige como la fábula política cuya intención es la mencionada. Creo que estos dos personajes alegóricos son un cúmulo de experiencias y personas que se ha ido encontrando Lola en ese mundo en ebullición en el que se ha criado. De esta forma, el uso de las metáforas y la simbología de la tierra frente al agua es una idea muy clara para representar todas estas situaciones a las que se ha enfrentado o le han parecido injustas personificadas en dos figuras.


Esta es la interpretación que he dado a la contraposición de los personajes y los símbolos, como concepto que se trata entre otros muchos en Siglo mío, bestia mía.


-Sara Luisa Herrero Echeverría-

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