Entrada guiada, La campana de cristal de Sylvia Plath

Hay algo que las mujeres guardan en común independientemente de su nacionalidad, poder adquisitivo o clase social y no es nada menos que el abuso y privación de su libertad y de un detalle tan básico como son sus (nuestros) derechos humanos. Y es que, aún siendo millonaria y viviendo en la realeza y por lo tanto, perteneciendo a la “élite” de la sociedad, las mujeres sufren abuso y violencia de género. Eso sí, no presentan los mismos riesgos las mujeres socialmente normativas y ricas que desempeñan una posición privilegiada, que aquellos colectivos que representan una condición subalterna, lo “no-normativo”, lo distinto, las negras (o las extranjeras que no procedan de una familia adinerada), las pobres y las trans.

Sin embargo, y como he empezado diciendo,  los roles de género no entienden de clases y se aplican siguiendo un patrón más o menos brutal dependiendo de los factores que acabamos de mencionar. Sylvia Plath representa una figura privilegiada y en su novela de autoficción se reafirma en los lujos de los que goza en Nueva York al poder ir a cenar a banquetes glamurosos, a eventos llenos de gente influyente con vestidos extravagantes y la cantidad de actividades que les ofrece la revista para la que trabaja que hacen que su experiencia en Nueva York no se para nada aburrida, sin hablar por supuesto, del acceso ilimitado y gratuito que su trabajo le proporciona al hotel femenino en el que se aloja. De esta forma, sabemos que Silvia no tiene precisamente una vida difícil en lo que a situación económica y de clase se refiere, pero sí ha sido víctima del machismo latente en su tiempo. Ella es totalmente consciente de esto y, a lo largo de la novela, nos invita a introducirnos en sus pensamientos y ver la perspectiva de género que toma ante las injusticias que se le plantan delante. Se le va a considerar como disidente al volverse “loca” y depresiva con el paso del tiempo. Pero, ,¿que vemos de loco en su discurso?, ¿qué de raro tiene lo que expresa y lo que siente Sylvia?, o mejor dicho, Esther,  ¿en qué se distingue de lo que fantaseamos muchas mujeres actualmente?

Sylvia Plath era una mujer bastante adelantada a su tiempo y que como vimos en clase, vivió en un contexto estadounidense bastante opresor en el que la propaganda y las infraestructuras institucionales proporcionaban a la mujer una falsa libertad para complacer a sus maridos: toda una estrategia fruto del capitalismo y del sistema patriarcal. Quizá el simple hecho de estar disconforme con toda esta estructura, como le pasa a Sylvia, es lo que la convierte inmediatamente en una figura disidente, en una loca. El contexto de Sylvia, aún siendo privilegiada, le va a hacer ser consciente de los patrones del machismo y de las convenciones sociales que rodean a la mujer y que ella misma desmantela y se cuestiona. Cuestiones que, no sólo le preocupan a ella sino que se han visto reflejadas en el inventario de imágenes feministas, según lo que conozco y siendo esta quizá una verdad un tanto sesgada, desde que tengo uso de razón en numerosas mujeres que igual no son autoras de obras como tal pero que sí tienen voz en redes sociales y cuyo mensaje llega a más personas gracias a estos medios (y por la tendente falta de lectura que parece que nos caracteriza ahora). Procedo a mencionar alguno de estos temas que Esther medita y que se suelen repetir en la reivindicación femenista de la que hablamos.


En primer lugar, el tema del embarazo y todo lo que rodea el ser madre. En varias ocasiones a lo largo de la novela, se retoma el tema de poder quedarse embarazada, una idea que produce pánico a Esther. Incluso cuando va al paritorio junto con Billy Wilder, observa a los recién nacidos de la sala como si fuesen monstruos, bichos que vienen a privar tu libertad. Tal es su miedo, que decide ponerse un diafragma y esta decisión le hace sentir que es libre, que al utilizar un método anticonceptivo bajo su propia responsabilidad, se siente plenamente en poder de su cuerpo. Este tema es algo que ha perseguido a las mujeres desde nuestra creación. En muchas ocasiones se ha opinado por otras mujeres y por parte de agentes externos cuando la maternidad es algo que pertenece única y exclusivamente a la mujer que pare o no. Quizá ahora es más normal no tener hijos, pero en el contexto en el que Sylvia escribe el libro, una mujer sin hijos de mediana edad es una mujer incompleta; lo que parece ser un argumento sin sentido. Las mujeres son igual de válidas y completas si deciden no tener hijos, tenerlos, abortar o no hacerlo. 


En la obra también se trata en varias ocasiones el tema de la virginidad y cómo de rastrero ve a su exnovio por mentirle. Para Esther, la virginidad es algo importante y quiere encontrar a la persona correcta para hacerlo, todo lo contrario a lo que pasa con Billy. Billy estaba deseoso de mantener relaciones con quien fuera y esto también es un reflejo bastante concreto en nuestra sociedad. Las mujeres tienen que encontrar el momento, la persona y el lugar ideal para ofrecer esa parte de sí mismas a otra persona de la forma indicada, mientras que a los hombres casi que se les exige tener mucha experiencia sexual, sea como sea, si es antes mejor. Así, vemos que el sistema patriarcal que nos envuelve perjudica a los dos géneros fijando unos estándares falsos e innaturales que recaen mayormente sobre las personas jóvenes. 


Esther no quiere ser como las mujeres que le rodean. No quiere ser como la madre de Billy Wilder, que es esclava de su marido y de su hijo y no hace más que trabajar para ellos. No quiere ser su vecina la ferviente religiosa y tener una camada de niños para sentirse realizada. Incluso evita ser como su madre, una persona que no le cae bien y que fija ciertas metas en Esther que esta ve innecesarias y por lo tanto hace que su relación se desfigure, porque Esther odia que le exijan lo que tiene o no que hacer. Muchas veces la protagonista no tiene la energía social suficiente y detesta a todo el que le habla estando en ese estado. ¿Tan raro es lo que propone? Creo que no es difícil sentirse identificada con ella. Sylvia se viste de Esther para contar cómo detesta las trabas que se nos ponen a las mujeres a la hora de vivir nuestra propia vida, una tarea que parece bastante difícil. Esther quiere ser libre, cayendo en los estereotipos o no, Esther quiere hacer lo que ella quiera sin tener a alguien comiéndole la oreja por detrás. Y como esto es lo que la hace ser disidente, esta es la prueba irrefutable de que aún queda mucho trabajo hacer en pos de las mujeres, de nuestras libertades y de nuestros derechos. 


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